22 agosto, 2011
En el valle alemán del Mosela se elaboran excepcionales vinos blancos de la uva Riesling.
Numerosos aficionados a los vinos desconocen que en el valle del Mosela, en el suroeste de Alemania, se elaboran algunos de los mejores vinos blancos del mundo, de la sensacional uva Riesling, cultivada en empinadas laderas pizarrosas.
En las laderas del río Mosela, sobresale una variedad de uva blanca por su vibrante acidez y profundo gusto mineral: la Riesling, que disfruta de un merecido renacimiento.Los vinos alemanes sufrieron un fuerte desprestigio en los años setenta debido al uso de malas variedades de uvas, que daban vinos ácidos y ligeros, que ahogaban su inmadurez en simples dulzores. Nada que ver con los míticos vinos, procedentes de viñedos con dos mil años de tradición, cultivados en fuertes pendientes del río en su cara más soleada.
El milagro de alcanzar la plena madurez es fruto de una suma de factores: la mayor exposición en las laderas, la acumulación de calor por la pizarra durante el día que irradia su energía durante la noche, y la mayor luminosidad cerca del río, cuya superficie refleja los rayos solares a los viñedos. La climatología no suele acompañar la plena madurez de los racimos, por lo que desde 1971 se impuso en Alemania un sistema de calidad en base a la riqueza de azúcar de las uvas. De esta forma, se tiene que realizar una rigurosa selección de las uvas en el viñedo.
La vendimia empieza tradicionalmente a mediados de octubre, y las uvas sanas dan como resultado el vino Kabinet, que se puede elaborar seco (trocken), ó dulce. Un par de semanas después se vuelve al viñedo y se obtienen las uvas para elaborar los vinos Spätlese, que son más intensos de sabor, cuyo término significa literalmente vendimia tardía, y dan como resultado uvas más aromáticas que en la categoría anterior; a su vez, se vendimian en un cubo pequeño las uvas afectadas por la podredumbre noble. El ataque de este hongo ocurre de forma natural por las abundantes neblinas matutinas del río, y conlleva la parcial desecación de la uva, con una mayor concentración de sabores.
En esta primera pasada lo habitual es que las uvas estén afectadas en un 30%, y con ellas se elabora un vino suntuoso, de amplio paladar, denominado Goldkapsel, por su cápsula dorada (aunque esta no es una categoría oficial). Unas seis semanas desde el comienzo de la vendimia, se realiza la última cosecha de las uvas sanas, grano a grano, del que se obtiene un vino de enorme concentración y vibrantes aromas de manzana y miel: Auslese. En este momento es cuando el ataque de la podredumbre noble es mayor, y con los racimos afectados elaboran el sensacional Beerenauslese (que significa selección de granos). Al tener una gran concentración de azúcar, el mosto fermenta muy lentamente, y puede demorar hasta un año obtener una graduación mínima de 5,5º.
En la categoría superior, en esta continua selección de las uvas, se encuentran los escasos y caros Trockenbeerenauslese (TBA), vinos elaborados con uvas completamente pasificadas por la botritis, golosos y de memorable acidez, considerados entre los mejores vinos dulces del mundo. Por último, algunos viticultores se arriesgan a dejar una pequeña cantidad de racimos en las cepas durante el invierno para elaborar el lujurioso vino de hielo: Eiswein; aunque no todos los años es posible, debido a que se han suavizado mucho los inviernos en la última década.
Las etiquetas de los vinos alemanes son de una enorme dificultad para ser comprendida, a pesar de ser una de las más lógicas del mundo. Los mejores vinos siempre reflejan el pueblo de origen, acompañado por la terminación er, así como el nombre del viñedo de donde proceden las uvas, el tipo de vino y la variedad. Aunque para los poco habituados a las letras góticas de las etiquetas y la pronunciación del alemán, pueda resultar un calvario pedir uno de estos vinos en el restaurante; pero compensa plenamente el esfuerzo de probarlos, pues los suelos pizarrosos aportan unos deliciosos aromas minerales y una pureza luminosa, con una vibrante acidez, que convierten a los riesling en uno de los vinos blancos que mejor envejecen en la botella.
Donde el viajero alcanza a disfrutar plenamente de la belleza de los viñedos alemanes es en el valle del Mosela, punteado en cada curva de coquetos pueblos y el suave discurrir de las barcazas. La población Bernkastel-Kues, población de origen medieval, es el lugar idóneo para explorar la región. La bodega más conocida es Dr. Loosen, que tras verse inundada varias veces por las crecidas del impetuoso río ha traslado su bodega de elaboración a una cercana colina.
Ernst Loosen nos muestra con orgullo sus viñedos, clasificados como Gran Crú ya desde 1868, y considera como factor clave de la calidad de sus vinos: “la acidez, fundamental para el equilibrio de los riesling”. Desde la colina se observan los colores rojizos de la pizarra en algunos viñedos y los suelos azulados en otros; cada tipo de pizarra aporta una gama de aromas distinta: manzana y melocotón la azulada, mientras la rojiza fomenta las notas de miel, cassis y pasas.
Muy cerca de allí, en Wehlen, la tradicional bodega Joh. Jos. Prüm, elabora una gama de vinos que destacan por su gran elegancia y finura; degustando sus riesling descubrimos la personalidad mineral del terroir, y la impronta de las añadas, con notas de fruta tropical madura la cálida vendimia de 2003, y la vivacidad clásica de 2004.
En Piesport, detrás de la bodega familiar Reinhold Haart, descubrimos fascinados un antiguo lagar romano, hoy reconstruido, donde hace dos milenios ya elaboraban vino. Theo Haart, uno de los mejores enólogos de Alemania, considera que sus vinos despliegan una gran mineralidad y viva acidez, y los compara con caballos de carreras por su nervio y longitud de sabor. Una vez superada la imagen de vinos dulzones y baratos, Mosela recupera el mejor estilo de los riesling, de vibrante paladar y profundidad mineral, alcanzando de forma merecida un lugar preferente entre los vinos blancos más elegantes del mundo.
Texto y fotografías: Jesús Bernad