Reportajes

16 septiembre, 2011

José Manuel Ortega, vocación global

Creador de un vanguardista grupo de bodegas en tres países: Argentina, Chile y España.


La peripecia vital de José Manuel Ortega, cuyo bisabuelo fue el creador de los naipes Fournier, es digna de una película. Director de inversiones del Banco Santander en empresas de Sudamérica, dejó una brillante carrera en las finanzas para dedicarse al mundo del vino. Y como viajaba con frecuencia a Argentina, fruto del azar descubrió el valle del Uco, donde creó la primera bodega boutique del valle el año 2000.

 

Antes había trabajado en un banco en Londres, y allí conoció las subastas de vinos en Christie’s y en Sotheby, donde numerosos inversores adquirían vinos. Y apostó por comprar la gama más alta de vinos españoles pensando en futuras subastas. Vinos de larga vida, como L’Ermita, Vega Sicilia, Torre Muga, y Cirsion, que adquiría directamente en las bodegas. Y fue visitando estas bodegas donde nace su sueño de crear un grupo de bodeguero de vinos con marcada personalidad, que se materializa en la primera bodega argentina.

 

Trucó su carrera financiera por los vinos;. ¿No se arrepiente de este cambio de vida?, le preguntamos: “todos los días” responde con un humor, “pero la vida se vive una vez, y por eso había que hacerlo”. Viaja 220 días al año, lo que supone un gran sacrificio, pero sin duda le satisface su actual estilo de vida: “El mundo del vino es muy especial, trasciende al puro negocio y al éxito del dinero”.

 

      

 

Su vanguardista bodega en el valle del Uco está situada a 1.200 metros de altitud, junto a la magnífica cordillera de los Andes; las viñas de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Malbec y Syrah se asientan en un suelo arenoso, donde disfrutan de un clima moderado. Sus vinos son una apuesta por la Tempranillo, ensambladas con la  Malbec y Merlot. Aunque uno de sus mejores vinos es el Alfa Cruz Malbec, que la crítica internacional califica entre los mejores argentinos.

La Tempranillo, emblema de los vinos españoles, ya es la quinta variedad de uva más plantada en Argentina, pero no siempre fue así. Hace años se consideraba poco fina y no estaba autorizado su embotellado, hasta que llegó Carlos Falcó a Mendoza, en la década de los 80, y en asociación con la bodega Norton demostró su gran calidad.

 

En 2002 adquiere la bodega Hermanos San Juan López, en la Ribera del Duero, con 105 hectáreas de viña plantadas de Tinta del País (nombre local de la tempranillo), e impulsan una gama de vinos sabrosos y de gran frutosidad, como el Spiga y Alfa Spiga; y también una línea de vinos modernos y fáciles de beber, pensados para jóvenes ejecutivos, de sugerente nombre: Urban.

 

El tercer reto fue Chile, convirtiéndose O. Fournier en uno de los pocos grupos bodegueros españoles elaborando vinos en tres países. Sus inicios fueron en el valle de San Antonio, donde apostaron por un aromático y herbáceo Sauvignon Blanc, y en un futuro plantarán Pinot Noir. “Somos la única bodega en Chile con todas las viñas viejas, plantadas en vaso, y con una edad entre 65 y 120 años”, afirma orgullosos de sus cepas del valle del Maule, a 250 kilómetros al sur de Santiago. Allí sus vinos son de coupage de las variedades tintas Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Carignan y Syrah.

 

      

 

Le gusta los vinos de coupage, como ocurre con sus Alfa Crux y Beta Crux argentinos: “sí se elige bien las variedades para hacer el corte, estas se complementan muy bien: como la sedosidad del Malbec con la rusticidad el Tempranillo”. Aunque en la gama Urban todos los tintos son monovarietales, con tres meses de barricas, donde prima la fruta. Cuáles son las claves del éxito de sus vinos, le preguntamos, ( familia que tendrá nuevos miembros en un futuro, tal vez en Douro o en California). Destaca, sin dudarlo, el equipo humano como principal valor, y los viñedos viejos de calidad.

 

Tengo curiosidad por saber sí ha visto la película “Un buen año”, de Ridley Scott, donde un experto financiero inglés (Rusell Crowe) hereda de su tío unos viñedos en la Provenza. Y para mi sorpresa afirma que: “es una de mis películas favoritas, y tiene cierta conexión con mi vida, pero la bodega no es fruto de una herencia como en el largometraje. Me fui enamorando del mundo del vino poco a poco y ahora ya es una pasión. La alegría de disfrutar del vino es mejor que ganar dinero”.

 

Texto y fotografias: Jesús Bernad



Anterior Siguiente


Archivo reportajes