17 septiembre, 2011
El brandy de Jerez es la bebida espirituosa más prestigiosa de las elaboradas en España.
¿Que convierte en especial al Brandy de Jerez con respecto a sus hermanos el Cognac y el Armagnac, ambos procedentes de la vecina Francia? Principalmente la crianza y madurez en grandes botas de roble americano, que por ley han contenido durante al menos tres años vinos de Jerez, que les aporta su singular carácter. Otro punto clave que les diferencia es su sistema de crianza, de soleras y criaderas, que supone una mezcla continua de los brandys, algunos de origen muy antiguo.
En una entrevista a Evaristo Babe, presidente del Consejo Regulador de Brandys de Jerez, nos contaba que el gran reto de este gran espirituoso es su imagen asociada a un señor de edad avanzada con una copa de balón en la mano. Y ellos apuestan por modernizar y renovar su imagen, por la coctelería moderna y combinados más desenfadados con brandys de su gama Solera, que armonizan muy bien con un consumo nocturno y juvenil.
Tras años de inmovilismo, nos encontramos con interesantes novedades que renuevan el interés de los buenos aficionados: presentaciones más atractivas de brandys de alta gama, que supone una alternativa más actual con respecto a los más tradicionales (densos, oscuros y dulces). Y a ciertas modas que los whisky de malta parecen haber contagiado a algunas bodegas: presentado una gama atractiva de acabados en distintos tipos de botas, como ocurre con el Brandy Lepanto.
Aunque en mi opinión, el mayor reto que en estos momentos afronta el Brandy de Jerez Solera Gran Reserva, su gama más exclusiva, es comunicar su edad real de crianza. No parece lógico que la legislación exija tan sólo tres años de edad media en botas de 500 litros a este sensacional brandy, cuando la realidad es que maduran entre 10 a 15 años, por lo que el aficionado no valora la complejidad de su añejamiento.
El origen del Brandy de Jerez se remonta a la época de la invasión árabe del sur de España, cuando introdujeron los alambiques, y lo aplicaron a los vinos que allí se bebían. Pero fueron los navegantes holandeses los que más impulsaron su desarrollo, al vender este destilado a los países del norte de Europa. Y ellos fueron los que bautizaron este vino quemado como ‘brandewijn’, del que deriva la voz brandy; aunque los espirituosos más finos, procedentes de alquitaras, se denominaban “holandas”, por ser este país su principal lugar de destino.
El origen de la primera marca de brandy español se remonta a cuando que una selecta partida de 500 botas de holandas no pudo ser adquirida por un comerciante del norte de Europa, y permaneció durante cinco años en sus botas. Un buen día, su propietario, Pedro Domecq Loustao, descubrió la calidad y hermoso tono dorado que le había aportado la madera, y se decidió a embotellarlo: así nace en 1874 Fundador, nuestro primer brandy.
En la actualidad la mayoría de las bodegas jerezanas obtienen sus vinos de uvas blancas Airén, cultivadas en La Mancha, siendo la población de Tomelloso donde se encuentra la mayor concentración de destilerías. Muy pocas bodegas apuestan por la variedad jerezana Palomino Fino , como ocurre con González Byass, la única que en estos momentos destila en Jerez su brandy. Ellos han instalado recientemente varios modernos alambiques de cobre del tipo Charentes, procedente de Cognac, y realizan dos destilaciones del vino, que luego madura un mínimo de doce años en botas que antes contuvieron su famoso fino Tío Pepe.
En un mercado tan necesitado de novedades, esta bodega se atrevió a presentar dos especialidades: el Lepanto OV, que madura los tres últimos años en botas de Oloroso Viejo y su Lepanto PX, que realiza sus acabado final de tres años también en botas de Pedro Ximénez Noé. Pero estas no son las últimas novedades del mercado. Una centenaria bodega, como Rey Fernando de Castilla (1837), ha roto con numerosas tradiciones en el brandy, como la de utilizar barricas nuevas al principio de la crianza del mismo, algo habitual en Cognac.
Su brandy Fernando de Castilla Solera Gran Reserva comienza su proceso de madurez durante tres años en botas nuevas de roble francés Limousin, seguido por otros tres años en botas de amontillado, que le aporta finura, y culmina su larga crianza durante seis años en botas de oloroso, para ganar cuerpo y estructura de sabores. El resultado es un brandy de gran complejidad, de paladar seco y atractivo color natural.
Todavía hay numerosos aficionados que prefieren el estilo clásico de los brandys, oscuros de color y de gusto muy dulce, como demuestra el éxito de ventas de Cardenal Mendoza y Duque de Alba, dos de los más tradiconales. Pero el estilo moderno, con colores más ambarinos y gusto más seco, se abre camino entre los más exigentes.
Ante los retos de modernidad, el Brandy de Jerez apuesta por diversificar sus estilos, impulsando la creatividad, con atractivas presentaciones, que augura un prometedor futuro al mejor espirituoso español.
Texto y fotografías: Jesús Bernad