Reportajes

24 junio, 2019

Enoperegrinos por el Bierzo

Un viaje iniciático por los bellísimos viñedos bercianos


 

 

 

El Camino de Santiago es sin duda un gran atractivo turístico rodeado de un halo mágico, que discurre por el norte de España (el llamado camino francés), y que recorre parajes únicos de nuestra geografía. Un viaje iniciático, donde descubrir lugares únicos, de gran belleza y simbología cultural, como los viñedos ancestrales de la región leonesa de El Bierzo, colindante con Galicia. Nuestra bodega anfitriona, Dominio de Tares (Bembibre), nos invita a recorrer de una forma diferente los viñedos bercianos, a la vez que vamos a descubrir su sensacional gama de vinos, en especial su imponente P3, del que realizaremos una cata vertical de 5 añadas, para valorar su buena evolución. Nuestros anfitriones nos invitan a cenar en Ponferrada, junto a las murallas del castillo Templario.

 

Y junto a la sensacional cecina, una finísima morcilla y un excelente taco de bacalao, descubrimos las primicias que verán la luz los próximos meses, como su blanco de godello fermentado en barrica, del que comenta su elaborador, Rafael Somonte: “no soy amigo de la madera en exceso, por eso guardo un poco de vino joven, para refrescar el criado en barrica, por si se pasa de madera”. Filosofía que comparto completamente: la madera asfixia la fruta y vulgariza los vinos. También probamos Baltos de 2017, su media crianza de mencía, y sensacional Bembibre 2015, este último un tinto poderoso, bien armados, que todavía requiere madurara unos meses en botella. Su emblemático Cepas Viejas 2016, el vino más conocido de la bodega y el responsable de su fama, también agradecerá unos meses extras donde se funde plenamente la frutosidad del vino con las notas amaderadas de la barrica de roble, alcanzando otra dimensión sensorial.

 

 

 

Amanece con un cielo preñado de nubes que amenazan tormenta, nubes densas y oscuras pegadas a las cumbres de las colinas que rodean Ponferrada. Estamos preparados para caminar entre algunos de los viñedos más emblemáticos del Camino de Santiago, en el valle de El Bierzo, y comenzamos la andadura en Camponaraya, a unos 5 kilómetros de Cacabelos, culmen de esta primera etapa. Nos encontramos con numerosos peregrinos, muchos extranjeros, cargando imponentes mochilas y resoplando como percherones. Entre suaves colinas vislumbramos los viñedos plantados en las laderas, y comienza a desfilar distintos tipos de suelos, desde pizarrosos de tono azulado, arcillosos muy rojizos y otros donde las cepas parecen plantadas sobre cantos rodados. Llegamos a Cacabelos, donde nos da la bienvenida el moderno edificio del Consejo Regulador de Vinos de El Bierzo, con sus futuristas tubos retorcidos.

 

Continuamos unos metros hasta el famoso restaurante La Moncloa, donde repusimos fuerzas, y vislumbramos sus excelentes conservas de productos autóctonos de la región. Cacabelos es un pueblo con encanto, que cuenta con numerosas ermitas, iglesias y albergues de peregrinos. Tras recorrer unos 3 kilómetros por caminos de tierra, bordeando hermosos viñedos, llegamos a Valtuille de Arriba, y bordeamos la colina de cumbre plana donde se ubica el famoso Castro de Valtuille. Desde este momento los parajes adquieren una belleza arrebatadora, como cuando llegamos a la finca encumbrada con una torre blanca rodeado de varios gruesos pinos. Allí el camino empieza a descender hasta la carretera, entre viñedos que nuestras entre sus filas una explosión de florecillas violetas, amarillas y blancas. Un paisaje de ensueño, muy cerca ya de la hermosa población de Villafranca de El Bierzo.

 

 

 

Culminamos esta jornada con un almuerzo en la bodega de Dominio de Tares, en Bembibre, rodeados de viñedos. Y junto a los sensacionales pimientos y la ineludible tortilla de patata, no podía faltar el mítico plato berciano, el botillo. Nos reciben con una sonrisa que refresca el gaznate: el sensacional godello joven La Sonrisa de Tares 2018, vino blanco joven pero que madura 5 meses con sus lías, ganado volumen y plenitud. Su delicioso aroma afrutado, de manzana verde, fresco, vivaz y muy mineral, amplio en el paladar, me gusta mucho. Luego un vino sorpresa, el rosado Tombú 2018, de prieto picudo, vino de la Tierra de Castilla y León, muy afrutado, fino, con fresitas de bosque, un paladar vivaz, que hace las delicias de los comensales por su refrescarte final herbáceo.

 

Entramos ya en palabras mayores, con el Baltos 2016, un vino de mencía con 6 meses de crianza en barrica (añada actual en el mercado), de viñas más jóvenes, que resulta muy frutal, seco y herbáceo. Y entramos en el punto fuerte de la jornada, la cata vertical de su vino tinto más emblemático, el P3 (Pago Nº 3, una viña vieja de mencía de 95 años, cultivada cerca de Valtuille). Catamos 5 añadas, para comprobar cuál es la evolución de esta emblemática variedad berciana, que algunos afirman estar emparentada con la uva francesa cabernet franc. Comenzamos con el P3 de 2015, que ha realizado una crianza de 14 meses en barricas de roble francés nuevas, y luego continuará hasta 5 meses madurando en la botella (verá la luz en 2022), que presenta un color picota muy denso y oscuro; nariz balsámica, con notas herbáceas y un tanino fresco, con recuerdos de madera y piñones, algo tánico, con amplia fruta y vivacidad. Le falta todavía muchos meses para afinarse en la botella.

 

 

 

El P3 de 2011 mantiene el color amoratado oscuro, con aromas finos de frutillos como cerezas, y su boca es muy madura, confitura de ciruela negras y un tanino redondo y final suave (solo se elaboran unas 1.500 botellas al año). El P3 de 2009 (crianza de 16 meses en barricas de roble francés nuevas) es oscuro de color, aroma especiado fino, con notas de hinojo y canela, resultando fresco, vivaz, largo. Puro placer, que muestra su plenitud a los 10 años de ser elaborado. El P3 de 2007 (16 meses de crianza en roble y 10 años madurando en la botella) es redondo y fino, maduro y suave, ya con la fruta y su tanino integrado.  Mientras el vino más viejo que catamos de esta bodega, P3 de 2005 despliega notas de frutillos maduros, muestra vivacidad en su color amoratado, pero con el ribete ya algo cobrizo, y en la boca es muy redondo, de gran finura, fresco, aunque muestra una cierta evolución por su edad.

 

 

La conclusión que sacamos en esta cata vertical de su gran vino es que la plenitud, manteniendo a la vez el mejor carácter de la mencía, la adquiere a los 10 años, momento óptimo para el disfrute de su P3, como ocurre con la añada del 2009. Y cuando llega el botillo a la mesa, no podía faltar otro de sus grandes vinos, el Bembibre 2010, un vino de villa, con aromas cárnicos y de cuero, con evolución y madurez, frutosidad ya muy fina y delicada, algo evolucionado.

 

 

 

Regresamos felices de haber disfrutados de los hermosos viñedos bercianos, de su excelente gastronomía, no exenta de contundencia, y de unos vinos de raza con poderío, no exentos de finura, como son los Dominio de Tares. Como buenos enoperegrinos que somos, me gustaría destacar de este periplo la calidad humana de nuestros anfitriones, que nos trasmitieron un profundo amor por su tierra.

 




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