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6 julio, 2021

«Bebida para señoritas»

Crónicas caribeñas cargadas de ron, ron, ron… La periodista Arantza Prádanos hizo su sueño realidad […]


Crónicas caribeñas cargadas de ron, ron, ron…


Libro de viajes Bebida para Señoritas

La periodista Arantza Prádanos hizo su sueño realidad en otoño de 2015 cuando recorrió las islas del Caribe guiada por un buen compañero de viaje: el ron. Un reto personal, una excusa perfecta, para lanzarse a recorrer Barbados, Martinica, Dominica, Puerto Rico, República Dominicana y Cuba; y eso que no le gusta mucho el ron por ser una bebida dulce, pero la motivación del viaje fue otra: “vine en busca de historias, una intuición un tanto peliculera, pero la realidad es mucho mejor, tiene más alicientes y mejores historias”.


Le sorprende que tengamos tan mitificado el Caribe, que pensemos que es un paraíso tropical con palmeras y sombrillas en nuestros cócteles de ron, un tópico, porque cuando conoces la realidad es muy distinta. Leer este libro es una aventura llena de sorpresas, con deliciosos golpes de humor, que muestra la trasformación de estas islas con la llegada de la caña de azúcar traída por Colón, y los esclavos africanos, que cambio completamente su geografía.


Arantza nos desvela el original nombre del libro: “En otro viaje, todas las tardes iba con mi marido a un bar en Oaxaca (México), por cierto, una maravilla colonial, y Fernando pedía un ron y yo un tequila, y siempre el camarero me ponía el ron a mí y el tequila a mi marido; hasta que el último día le pregunté que por qué me ponía el ron siempre a mi… y respondió que: el ron es una bebida para señoritas, con el consiguiente enfado de mi marido. Para un mexicano el orden natural es el tequila para el macho (siempre supe que ese tenía que ser el título del libro)”; “el humor es lo único que nos permite sobrevivir”, afirma divertida.



Arantza Prádanos, autora del libro de viajes.

La reseña del libro te sumerge en sus páginas: “Las Antillas. El Caribe. Una fantasía bañada en aguas turquesas, rayos de sol y ecos de percusión a la sombra de palmeras. El sueño luminoso de las vacaciones perfectas para pálidos occidentales. La fanfarria alegre y hedonista bajo la que palpita una región surcada de cicatrices. El paraíso turístico se ve de otra manera lejos de la tumbona. Mochila al hombro, toca lidiar con transportistas locos, mosquitos del zika y moscones de otro género. Y si todo viaje necesita faro y guía, ¿por qué no el ron? Omnipresente, identitario, destilado con sangre y lágrimas negras, fogueado en los siete mares como bebida de lobos de mar. Caribe español, inglés, francés, holandés, no hay isla que no se proclame patria del mejor ron. Doblar esquinas del pasado y seguir el rastro de la caña de azúcar, la huella viscosa de la esclavitud por viejas haciendas, plantaciones, destilerías y bares. Perderse en lo inesperado. Esquivar volcanes airados. Por el camino, los restos de gloria y decadencia de un imperio en el que no se ponía el sol se cruzan con La isla del tesoro y Moby Dick, la cuba mortuoria de Horacio Nelson, y la de caníbales y piratas en el Nuevo Mundo. El botín merece la pena”.


Este singular periplo (hay muy pocos libros de viajes por el Caribe escrito por españoles) comienza en Barbados, su primera aproximación a las Antillas de tradición inglesa, donde se registró por primera vez la palabra ron y por ello se considera la patria de esta bebida destilada de la caña de azúcar. Cada vez que tomaba un autobús local para recorrer sus parajes, la pregunta siempre eran la misma, aunque con variantes: “¿Sola?, ¿Ha venido sola?, ¿Viaja sola?”, y tras la respuesta afirmativa y la cara de asombro, le disparaban un: ¿alemana?, por ser vasca, perdón, de Bilbao, alta y rubia. Arantxa afirma: “Cuando a nadie le choque que viaje sola, habremos doblado un cabo hacia un mundo mejor”.


La isla que más le gustó fue Martinica, el Caribe francés tranquilo, aunque el interior de la isla esconde una imponente selva. Las páginas que destilan más emoción del libro es cuando recorre St. Pierre, la antigua capital de la isla, arrasada por el volcán Pelée en 1902, y nos describe el encanto de sus ruinas, cual Pompeya caribeña, y el imán de la montaña pelada. Muy cerca de allí se encuentra su ronera favorita del viaje, J.M., por el hermoso paraje que la rodea y su ambiente artesanal, donde le sorprendió mucho su ron blanco agrícola, con sus notas herbáceas.


Arantza en la destilería de ron J.M. de Martinica


Arantza llevaba más de un par de décadas sin viajar sola, y esto supuso un gran reto personal, y más cuando es en temporada baja, y hay pocos visitantes en general, menos en Cuba, donde: “estaba petado de turistas, empezaba a notarse la apertura de Obama y había mucho yanqui, pero luego vino Trump y volvió a cerrar las vistas”. Su sensación del país: “Cuba es una sociedad que tiene que reinventarse continuamente y ellos solos tienen que decidir cómo evolucionar, hay muchas cosas que no funcionan bien, y la desigualdad es creciente”.


En San Pedro de Macorís, en República Dominicana, conoció de primera mano la zafra azucarera, origen del infame tráfico de esclavos; en Dominica visitó uno de los últimos reductos de indígenas tainos, los primeros habitantes de las Antillas; y en Ponce (Puerto Rico), recorrió la emblemática destilería Serrallés, que elabora una de los mejores rones: Don Q, en honor del caballero de la triste figura. Por cierto, el rigor y conocimiento del mundo del ron que destila el libro es excelente.


En la cuidada edición del libro de viajes Bebida para Señoritas (La línea del Horizonte, http://lalineadelhorizonte.com/327-bebida-para-senoritas.html), emocionan las palabras de Arantza Prádanos: “Eso, amigos, es lo que hay de verdad en el fondo de un vaso de ron: jirones de piel, vidas truncadas, drama, avaricia superlativa y lágrimas suficientes para colmar un océano. No existe una bebida elaborada por el hombre que haya nacido en medio de tanto sufrimiento. Ninguna, jamás, ha edificado fortunas semejantes ni se ha cobrado un precio tan alto en carne humana. Y eso merece recordarse en cada copa y cada brindis. Como homenaje póstumo”.


Les invito a sumergirse en este mar de ron, donde la dulce caña de azúcar trasformó para siempre la geografía humana de una de las regiones más desiguales del mundo. Una vibrante lectura, que recomendamos disfrutar con una copa en la mano, y degustar a tragos cortos, como un buen ron.



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