9 octubre, 2011
La plenitud expresiva de la Garnacha alcanza su esplendor en su tierra de origen: Aragón.
Denostados durante años por su rápida evolución, los vinos de la variedad tinta Garnacha, originaria del valle del Ebro, vuelven a recuperar su perdido prestigio en comarcas vinícolas como Campo de Borja, situada al oeste de Zaragoza.
“La potencia aromática y frutal de la Garnacha de los vinos de Aragón, no se encuentra en ningún otro país del mundo”. Estas fueron las palabras del crítico norteamericano de vinos, Robert Parker, durante la cata de esta variedad celebrada en el congreso Wine Future Rioja 2009, y que tan gratamente sorprendieron a los maños.
En plena vendimia de 2011 visitamos Campo de Borja para comprender cómo en tan solo una década se ha impulsado este cambio de mentalidad respecto a la Garnacha; y, nada más llegar, otro viejo estereotipo se deshace en nuestra mente: las cooperativas no suelen elaborar buenos vinos embotellados, al no cuidar suficientemente los detalles. En Campo de Borja, las principales bodegas exportadoras, con vinos emblemáticos como Tres Picos (Borsao), o Coto de Hayas Garnachas Centenarias (Bodegas Aragonesas), son cooperativas.
Con José Ignacio Gracia, el secretario de la Denominación de Origen, recorremos los hermosos paisajes de la región: las suaves colinas onduladas, donde las viñas viejas (de más de 35 años), cultivadas en las laderas del monte, entre olivos y almendros, son las responsables de su distintiva personalidad. Esta región posee un clima caluroso y tórrido en verano, extremadamente seco (este año ha llovido la mitad de lo habitual, tan solo 203 mm, similar a la media del desierto del Sahara), pero con la peculiaridad del viento frio del Cierzo, proveniente del norte de Europa, y que el Moncayo desvía hacia sus campos.
Recorremos un viñedo de unos 50 años de edad a los pies de la sierra de Tabuenca, de la variedad Garnacha Tinta, que predomina en las 7.800 hectáreas cultivadas en Campo de Borja; las cepas están plantadas en vaso, sobre un suelo de intenso color rojizo por sus componentes arcillo ferrosos, que dan una producción de uva inferior a un kilo por cepa. Este suelo pobre y rocoso, junto a un clima seco y caluroso (donde se cultiva las Garnachas de monte), son los responsables de la gran personalidad de los vinos de Campo de Borja.
Vinos de etéreas notas frutales, vibrantes notas especiadas, suaves taninos, sensación golosa por su madurez y elevado grado, pero con gusto final muy mineral (por el tipo de suelo), y de marcada sensación de frescor, con un placentero equilibrio. En estos tiempos donde se cuestiona las elevadas graduaciones de muchos vinos, nos comenta José Ignacio: “para conseguir la expresión de la Garnacha es necesario su elevada madurez, con una graduación por encima de los 14º, pero con el equilibrio de la acidez que aportan las viñas viejas”.
Sin lugar a dudas, muy pocas variedades podrían adaptarse a vivir en estas condiciones climáticas, y esto demuestra la sabiduría ancestral de los viticultores de la región al elegir la Garnacha como variedad principal. Junto a ella, también se cultiva algunas tintas foráneas, como Cabernet Sauvignon y Merlot, aunque, con diferencia, la mejor adaptada al caluroso clima de Campo de Borja es la Syrah, que además complementa perfectamente, con sus notas de ciruelas negras maduras, la sensación frutal más fresca de la Garnacha.
Otra grata sorpresa de los vinos de Campo de Borja es su apuesta por la intensa frutosidad sin ser asfixiada por la madera. Y así encontramos muchos de sus deliciosos vinos, con menos de un año de crianza en barricas de roble, incluso cuando las uvas proceden de viña muy viejas, de bajísimos rendimientos y elevada concentración. Javier Vela, enólogo de Bodegas Aragonesas nos comenta que “en las Garnachas viejas, que da muchas notas especiadas, tras numerosos ensayos, vemos que estas características van mejor con el roble francés, que se integra mejor con la fruta”. Vinos aromáticos, frescos y seductores, con tanino suave, y grata densidad mineral. Y afirma, como rasgos distintivos: “las dos características fundamentales de la Garnacha de Campo de Borja es su alto contenido en glicerina, que aporta suavidad; y el tanino redondo y maduro que tiene esta variedad”.
Visitamos la cooperativa Viñedos y Crianza Santo Cristo, en Ainzón, creada en 1945 por más de 600 viticultores, y recorremos con su enólogo Roberto Pérez la cava de crianza, donde han reconvertido los antiguos depósitos de cemento. Mientras nos da a catar varios vinos de las barricas, afirma que su apuesta es por vinos frutales y aromáticos, y que las barricas de roble francés son las que mejor expresan la frutosidad y notas especiadas de las Garnachas viejas. Como ejemplo, catamos Cayus Selección 2009, un vino de uvas de Garnacha de cepas de más de 40 años, con diez meses de crianza en barricas nuevas francesa, que posee un equilibrio memorable entre sus notas florales y frutales, y su densidad mineral.
En Bodegas Aragonesas, de Fuendejalón (que cuenta con 4.000 hectáreas de viñedo), nos sorprende su Coto de Hayas Garnachas Centenarias, procedentes de viñas de monte de 80 años de edad, pero que tan solo hace una crianza de 5 meses en barricas nuevas de roble francés, que tanto resaltan la seductora frutosidad de esta variedad. Aunque en la bodega también elaboran vinos de más enjundia, como su conocido Fagus, o el mas moderno Aragonia Selección Especial de Garnacha, de imponente concentración.
En Borsao, bodega formada en 2001 para comercializar los vinos de tres cooperativas, de Borja, Tabuenca y Pozuelo de
Aragón, y que cuenta con 2.300 hectáreas de viñedo, nació el primer vino que inició la nueva era en Campo de Borja: Tres
Picos. Una marca de referencia en la región, fruto de un riguroso control del viñedo y de las modernas técnicas de elaboración. Iñigo Alberto, su responsable comercial y de exportación (venden un 80% de su producción fuera de España, principalmente en Estados Unidos), nos comenta que uno de los factores que más han influido en la calidad del vino, y ha impulsado este cambio de percepción sobre la Garnacha, es: “la mejora tecnológica en la bodega, principalmente el sistema de frio para controlar las fermentaciones tumultuosas de esta variedad de uva con tanto grado”.
Uno de sus mejores vinos es el Borsao Berola 2007, fruto del coupage de un 80% de Garnacha de monte de 35 años, con un 20% de Syrah, criado durante 10 meses en barricas de roble francés (50% nuevas y la otra mitad de un año): un perfecto ejemplo de la plena fusión entre ambas variedades en Campo de Borja.
Tal vez el proyecto que más ha contribuido al prestigio internacional de los vinos de Garnacha de Campo de Borja es la bodega Alto Moncayo, creada en 2002 por Borsao en asociación con Jorge Ordoñez, famoso importador de vinos españoles en Estados Unidos, y que elabora el célebre enólogo australiano Chris Ringlan junto al español José Luis Chueca. Su objetivo es buscar la máxima concentración de los viñedos viejos, y su reto, llevar la Garnacha al límite, a su máxima madurez, pero con una filosofía de elaboración moderna.
Su Alto Moncayo 2009 se elabora con uvas de viña de Garnachas viejas, con una edad comprendida entre los 40 y 65 años de edad, cuyo vino realiza una larga crianza de 20 meses en barricas nueva de roble francés y americano; el resultado es un vino de enorme concentración de fruta madura, goloso y denso (con una graduación de 16º), pero fluido, muy aromático y con un gran equilibrio, que rompe los esquemas de la Garnachas tradicionales.
Las Garnachas viejas de Campo de Borja son un buen ejemplo de la arrebatadora personalidad de esta variedad tinta, tan cultivada en España y tan poco apreciada. En este paraje tan hermoso y seco, la Garncaha ha encontrado el lugar donde mejor expresar su plenitud aromática y gustativa, que no dejará indiferente al aficionado a los vinos con un mínimo de sensibilidad.
Jesús Bernad